viernes, 23 de octubre de 2009

Reglas de composición


Sencillez. En esta foto busqué la transparencia del agua con dos simples patos que aportaban cada uno un matiz distinto, y capté el momento en el que se aproximaban, en el que iban a confluir en el mismo punto, en el centro del lago.

Regla de los tercios. Para esta foto busqué el juego de líneas de un patio interior. Llevaba lloviendo toda la mañana y por fin había parado. Aún llevaba el paraguas en la mano y decidí utilizarlo para colocarlo en un lugar estratégico, en el punto de atención, en el extremo inferior derecho de la composición. Puede sugerir que es un paraguas olvidado o que el viento le arrebató a alguien que intentaba protegerse con él. Alguna vez en Pamplona me he encontrado con paraguas que habían salido volando y que se hallaban en una situación similar, por eso no me pareció tan inverosímil.

Líneas geométricas. Aproveché el juego del trazado sinuoso de los setos que hay en el campus, que serpean entre el césped. Este en concreto conducía la mirada hacia unos árboles que se erguían al fondo.
Encuadre. Me apetecía fotografiar la facultad vista a través de las hojas de un árbol. Son tantas las hojas que se escriben entre sus muros diariamente que quería hacer una doble lectura... Estas hojas son las que crecen al aire libre.



Relación figura-fondo. Aquí no cabía la confusión. El rosa intenso de una delicada flor sobre el follaje verde que le servía de telón de fondo. El contraste era muy simple pero muy claro.

Equilibrio. La disposición de los objetos, con la barquichuela que conduce la mirada hacia la barandilla y luego el volumen horizontal de las casas al fondo, me parecía bastante armónica y equilibrada.

Ilustración de "El cuento de Navidad de Auggie Wren"

El estanco de Auggie Wren

La hora clave para tomar fotos: las 7:00

La esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton

Auggie cuenta su historia en el Jack´s

La cartera de Robert Goodwin

Las cámaras robadas junto al bidé

sábado, 3 de octubre de 2009

Comerciando con instantes

Acudí una mañana al mercado de Santo Domingo. Pero mi intención no era aprovisionar la despensa. Fui a nutrirme de momentos robados entre el ajetreo matutino. Bien pronto me perdí entre la vorágine de puestos, que exhibían los productos que nos brinda la naturaleza, un derroche de formas y colores variopintos que han cristalizado en lo que comúnmente se ha dado en llamar como frutas, hortalizas, peces, especias e incluso pedazos de carne cruda, pero que no deja de ser un tapiz sorprendente que, si no reclama nuestra atención de modo equivalente a sus verdaderos méritos es por haberse imbuido de la categoría de lo cotidiano. Me mezclé entre los clientes absortos, apresurados o aburridos, y me enfrenté a los afanados y serviciales vendedores esgrimiendo la cámara (aunque ellos empuñaban descomunales cuchillos en la mayoría de los casos, lo que me habría reservado todas las de perder si hubiéramos, por un azar estrambótico, entrado en combate singular). Logré proveerme de un cargamento de estampas de lo diario, intentado rescatarlas de la insipidez vertiginosa en la que se desarrollan de continuo, jugando a pasar desapercibidas. Capté instantes únicos en medio de la algarabía y el jolgorio de las compras. Se repetirán a cada hora, cada día, pero nunca de esa forma. Aquí van algunas de las fracciones de realidad mercantil que conseguí regatear al tiempo en los pasillos del mercado de Santo Domingo:
Nunca guardián tan atento y vigilante custodió la entrada de establecimiento alguno



Y es que mercancía tan valiosa como estos lustrosos pimientos rojo rabioso, bien merecen un ojo



Desde luego los tenderos están al quite, y, vistas las armas de las que disponen y que con tanta pericia y energía blanden, mejor dejar quietas las manos largas, no vaya a ser que les dé por recuperar castigos medievales


El que quiera catar, que compre, que no será porque no ofrecen


A otra a la que han visto con cara de centinela y han dejado cuidando las bolsas. Con lo bien que pintan hoy las calles para patinar... claro, que también se pueden contemplar los patines desde otro enfoque: sin duda son los mejores aliados para efectuar una compra express. El que no se consuela es porque no quiere



Ahora bien, cierto es que en el mercado hay ratos de aburrimiento que son impepinables. Y es que las compras cansan. Así que, de acuerdo, está bien, ya nos vamos...