Acudí una mañana al mercado de Santo Domingo. Pero mi intención no era aprovisionar la despensa. Fui a nutrirme de momentos robados entre el ajetreo matutino. Bien pronto me perdí entre la vorágine de puestos, que exhibían los productos que nos brinda la naturaleza, un derroche de formas y colores variopintos que han cristalizado en lo que comúnmente se ha dado en llamar como frutas, hortalizas, peces, especias e incluso pedazos de carne cruda, pero que no deja de ser un tapiz sorprendente que, si no reclama nuestra atención de modo equivalente a sus verdaderos méritos es por haberse imbuido de la categoría de lo cotidiano. Me mezclé entre los clientes absortos, apresurados o aburridos, y me enfrenté a los afanados y serviciales vendedores esgrimiendo la cámara (aunque ellos empuñaban descomunales cuchillos en la mayoría de los casos, lo que me habría reservado todas las de perder si hubiéramos, por un azar estrambótico, entrado en combate singular). Logré proveerme de un cargamento de estampas de lo diario, intentado rescatarlas de la insipidez vertiginosa en la que se desarrollan de continuo, jugando a pasar desapercibidas. Capté instantes únicos en medio de la algarabía y el jolgorio de las compras. Se repetirán a cada hora, cada día, pero nunca de esa forma. Aquí van algunas de las fracciones de realidad mercantil que conseguí regatear al tiempo en los pasillos del mercado de Santo Domingo:
Nunca guardián tan atento y vigilante custodió la entrada de establecimiento alguno

Y es que mercancía tan valiosa como estos lustrosos pimientos rojo rabioso, bien merecen un ojo

Desde luego los tenderos están al quite, y, vistas las armas de las que disponen y que con tanta pericia y energía blanden, mejor dejar quietas las manos largas, no vaya a ser que les dé por recuperar castigos medievales

El que quiera catar, que compre, que no será porque no ofrecen

A otra a la que han visto con cara de centinela y han dejado cuidando las bolsas. Con lo bien que pintan hoy las calles para patinar... claro, que también se pueden contemplar los patines desde otro enfoque: sin duda son los mejores aliados para efectuar una compra express. El que no se consuela es porque no quiere

Ahora bien, cierto es que en el mercado hay ratos de aburrimiento que son impepinables. Y es que las compras cansan. Así que, de acuerdo, está bien, ya nos vamos...

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