Caminando por el campus, encontré un árbol que se me plantó delante. Yo llevaba prisa, pero empezó a contarme su historia, y tanto me cautivó que, finalmente, me resigné a llegar tarde. Me susurró que...
"... cuando ya llevaba años a mis anchas, me plantificaron al lado un colegio mayor. También pusieron una farola, para que me hiciera sombra con su luz. Era entonces chiquito y la farola era más alta que yo. Pero la presumida no sabía que me quedaba un as en las ramas: los árboles crecen y las farolas, no. Quien ríe el último, ríe mejor.
"... cuando ya llevaba años a mis anchas, me plantificaron al lado un colegio mayor. También pusieron una farola, para que me hiciera sombra con su luz. Era entonces chiquito y la farola era más alta que yo. Pero la presumida no sabía que me quedaba un as en las ramas: los árboles crecen y las farolas, no. Quien ríe el último, ríe mejor.
En el colegio mayor residen chavales que pasan diariamente bajo mis ramas.
¡La de confidencias que habré escuchado mientras fuman un pitillo a la sombra! Y aunque tal no hicieran... me bastaría con pegar a los ladrillos amarillos mis orejas verdes. Pero eso no lo hago. Es de mala educación escuchar detrás de las paredes.
¡La de confidencias que habré escuchado mientras fuman un pitillo a la sombra! Y aunque tal no hicieran... me bastaría con pegar a los ladrillos amarillos mis orejas verdes. Pero eso no lo hago. Es de mala educación escuchar detrás de las paredes.
Sin embargo, muchos de estos muchachos no son tan considerados conmigo. Gracias a ellos y sus sortilegios, enredados en mis ramas, ondean lúgubres fantasmas. Pero no te asustes, sólo son jirones de papel higiénico, vestigio de una inexplicable gamberrada.
Por no hablar de cuando me he convertido en víctima de sus juegos. ¿Ves aquel punto que refulge entre el ramaje, entre el ocre apagado y profundo del follaje? No es que a mí me haya dado por modernizarme y dar frutos fluorescentes. Se trata de un balón que, un día que temí por mi integridad física, decidí confiscarles. Aún estoy esperando al valiente que suba a por él.
Comprenderás, visto lo visto, que albergue ciertos recelos respecto a estos muchachos. Por eso guardo celosamente un secreto. Intuyo que, si algún día lo adivinaran, habría llegado mi ruina. Pero a ti te lo contaré. Acércate para que no me oigan... ¡Mi corteza está hecha de chocolate! Prueba una de mis rugosas virutas si quieres, deléitate en su fantástica geometría, pero no se lo cuentes a nadie. Un par de promociones golosas que decidan tomar árbol de postre y de mí no quedarán ni las raíces.
La verdad es que soy un ejemplar extraño. Pero no te engañes. Por el mundo hay más como yo, cuyo tronco podría hacerle la competencia a Nestlé. Te voy a desvelar la pista que hará que nos reconozcas, para un caso de apuro en el que te estés muriendo de hambre: lo tupido y frondoso de nuestra copa. Estamos llenitos de hojas. Es una indispensable medida protectora, como un after sun. No olvides que al sol el chocolate se derrite..."
Tras prometerle que guardaría su secreto, me alejé, mientras el árbol me despedía alegremente, agitando sus ramas, cargadas de hojas y de celulosa ya procesada (recuerden el papel higiénico). Yo guardo el secreto, pero mis fotografías, no tanto. Ellas dejan constancia de que, pegado a Belagua, existe un árbol en el que anida una pelota verde fosforito, la cual fue requisada valiéndose de la altura que este árbol revanchista alcanzó para superar a una farola. De lo único que mis fotos no pueden dar fe es del sabor a cacao. Para comprobar eso, tendrás que arriesgarte y probarlo tú mismo.
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