jueves, 3 de septiembre de 2009

Carta de presentación

"Lo que pasó, pasó para siempre", dijo una vez un hombre que, pertrechado de una cámara, salía a toparse con el momento decisivo. Su nombre era Henri Cartier-Bresson y jugaba a capturar imágenes a hurtadillas. Su frase me sedujo en cuanto la escuché por primera vez. Tal vez quiso decir con ella que todo cuanto ocurrió, se marchó para no volver. Se erigiría así la frase en homenaje de lo efímero. O también podría significar que lo que sucedió una vez, por el simple hecho de haber existido, se quedará para siempre; que las cosas acontecen de tal modo que adquieren pasaporte de ingreso en lo definitivo. Como el que adquiere cuanto acaba plasmado en la superficie de una fotografía, uno de los mejores visados a la eternidad que puede presentarse en las aduanas de la Historia.
Con vosotros compartiré unas cuantas imágenes y las historias que laten tras ellas, que son las que, en última instancia, inducirán a una cuentista como yo a disparar, las que me decidirán a otorgar inmortalidad al momento. Y es que la frase y el mérito son de Cartier-Bresson, pero, ahora y en este blog, el momento decisivo es mío.

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