domingo, 15 de noviembre de 2009

Álvaro Ybarra

Su vida y sus viajes

Álvaro Ybarra Zavala nación en Bilbao en 1979. A pesar de su juventud, es ya un experimentado fotógrafo que se ha curtido en innumerables conflictos. Empezó su carrera a los 19 años, nada más y nada menos que en Ruanda. El tema surgió mientras se "tomaba unas cañas". Y desde entonces no ha parado y la lista de países que ha visitado pertrechado con su cámara Nikon D700 se alarga hacia el infinito, con destinos a cada cual más impresionante: Irak, China, Afganistán, Sri Lanka, Chechenia, Líbano, Sudán, Colombia, Bolivia, Birmania, Burundi, Los Grandes Lagos, el Chad... Parece que todos los puntos candentes del mapamundi han desfilado por su objetivo. No en vano, se pasa viajando entre 310 y 320 días del año. Él asegura que la única forma que existe de introducirse en el sector es la de "coger una cámara y largarte, por tu cuenta. El problema está en que no nos ayudamos entre los propios fotógrafos, pero estamos hablando de un trabajo que implica una labor social importante y yo no me planteo competir. Cuantos más seamos y más espacios y realidades podamos cubrir, mucho mejor".

Ha trabajado para Time, Sunday Times, Newsweek, Le Monde, XL Semanal... Precisamente, afirma que fue la editora de la revista Time, Alice Gabriner, la que le dio un consejo que preside su forma de trabajar: "No caigas en el error del mundo que rodea a la fotografía. Céntrate en los trabajos y haz lo que realmente quieras hacer, porque es lo que realmente vale". Y eso ha hecho, convertirse en un contador de historias. "El éxito que puedes conseguir aquí, como ser imagen de Nikon, es una anécdota. Si te lo crees estás perdido. Lo realmente importante es cuando consigues publicar una historia, se te quita un peso de encima que es incomparable. Esa responsabilidad cumplida no la paga nadie. Yo tengo la suerte de que estoy haciendo lo que me gusta hacer. Para mí la fotografía es mi vida. Todo lo veo como una foto. Yo siempre he fotografiado lo que siento, lo que puedo y debo hacer, y me implico al 200% en ello".

Su álbum y sus historias

Congo

Desplazados en Kibati


General tutsi rebelde
Muje en un campo de refugiados

Soldados congoleñosApocalipsis Congo. Mutilaciones.Civiles disfrazados

Álvaro Ybarra no se considera un héroe, afirma que su trabajo consiste en poner rostro a los números. Pero ha vivido situaciones que podrían los pelos de punta a más de uno. Por ejemplo, la que vivió en el Congo: "Estaba rodeado de soldados congoleses completamente borrachos practicando canibalismo. Sabes que es una situación límite, y quieres irte. Pero también debes cambiar tu equilibrio interior de una manera en la que consideres normal lo que estás viendo. Y si la cosa se pone tensa, debes encontrar el momento en el que seas invisible para irte y que no se den cuenta de que ya no estás. Me pasó con un hombre, tras ejecutar a una persona, que estaba con uniforme militar. Él era rebelde y estaba con un cuchillo en la boca, totalmente ensangrentado, borracho, con los ojos idos - en una mano llevaba una mano amputada y en la otra un pene amputado. Esa foto la hice... con un 28 [es decir, estaba muy cerca]. No le pides permiso para hacerla, simplemente estás ahí. Ellos sabían que yo estaba, porque yo estaba fotografiándolos. No es la típica situación en la que te gustaría estar, pero si entiendes el lenguaje de cómo moverte en determinados sitios, si no eres un suicida, si no haces tonterías, puedes trabajar. Lo importante en esta vida es hacer lo que quieras al margen de la muerte. Sé que está ahí, pero no pienso demasiado en ella. Soy de los que creen que siempre hay que tener en el bolsillo un billete de vuelta, porque hay gente que te espera y, si te matan, no cuentas la historia".

Afganistán


Ejército afgano en NuristánPolicía corrupta


Drogadictos en KabulHospital de tuberculosos

Álvaro Ybarra va con los ojos limpios a cada lugar, sin ideas prefijadas: "Cada sitio te marca. Si llego a un sitio y no me impresiona lo que veo, me voy. Sin más, dejaría de hacer lo que hago. Todas las realidades son tan reales como cualquier otra, cada problema lo es. Y a mí me parece igual de catastrófico la problemática que puedas tener aquí, como la que pueda tener una niña en Afganistán, una mujer en Grozni o un hombre en Bagdad. Lo peor de las situaciones límite es cómo afectan a la cotidianeidad, que es lo que a mí me interesa fotografiar, incluso en un conflicto armado." Y asegura que, incluso entre la barbarie, cabe la felicidad y la inocencia en esa cotidianeidad de la que habla. Así lo demuestran algunas de sus fotos, tomadas también en Afganistán.


Cometas en Kabul
Roheda, niña afgana

Afsana, niña afgana
Hosha, niña afgana


China

Adentrarse en la realidad poco a poco y contemplarla desde diferentes prismas. Así procede Álvaro Ybarra. "Cuando llegas vas descubriendo una realidad, y luego hay muchas realidades dentro de una misma realidad. Si quieres mostrar algo de verdad, creo que tienes que ser capaz de mostrar varios puntos de vista y que la propia gente te vaya mostrando el camino a seguir con la historia. El mayor error es tener una historia en la cabeza: tal foto, tal cosa. Cuanto más virgen llegues a los sitios a la hora de verlo, mejor. Tienes que meterte y vivir con la gente", asegura. Eso le permitió retratar la China que late debajo del manto oficial, cuando iban a celebrarse las Olimpiadas. Descubrió pobreza, personas enfermas por la contaminación, emigración, precarias condiciones de trabajo




La ciudad de JilinPozos petrolíferos en la ciudad de Daquing

La contaminación de Daquing ha motivado que muchos niños nazcan con deformaciones. En el centro "Pequeño cisne" los atienden.


La insalubres condiciones ambientales han provocado que a Zhao Xiuting Hongwei le crezca un tumor en la caraLa polución no permite que el sol luzca en la ciudad de Tiajin


Muchos chinos, como Gui Xinzhu, están emigrando a las ciudades

Pero lo que encuentran en las grandes urbes como Pekín son trabajos en la construcción de rascacielos, a 150 metros sobre el suelo y ¡sin arnés de seguridad!

Colombia

Álvaro también se ha mezclado con las guerrillas colombianas de las FARC. "No hay que engañarse: cuando fotografías un grupo armado es porque te han dejado estar con un grupo armado. Con el tiempo se olvidan de que estás. Yo he tenido una experiencia en la que luego, visto desde fuera, te das cuenta de hasta dónde has entrado: hasta la cocina. Y te asusta saber hasta dónde has llegado. Para conseguir que me aceptaran me fui a un pueblo y al segundo día le di una nota a un simpatizante de las FARC para que se la pasara al comandante de la zona y le dijera que quería hablar con él. Me tocó esperar y al cabo de unos días aparecieron los guerrilleros, tuvimos una conversación y ahí empezó todo. Si tú no rompes con el código de un conflicto armado, como decir una cosa que no es cierta o prometer algo que no piensas cumplir, no tiene por qué pasarte nada. Cuando estuve con la guerrilla les expliqué que era un fotógrafo independiente que publicaba en cabeceras internacionales y que estábamos dispuestos a llevar las pruebas de vida necesarias para apoyar las negociaciones de paz en las que estaba mediando Venezuela. Fui muy sincero, les dije que no iba a hacer un publirreportaje sobre las FARC y que mi único interés era conocerlos y saber qué había detrás de sus uniformes", relata. La intimidad que logró entablar y la confianza de que se hizo merecedor se hace patente en sus fotografíasLa jungla donde se ocultan las guerrillas



Dos guerrilleros, Flaco y Pastuso

Patricia, una guerrillera, se acicala en plena selva



La cocaína del narcotráfico

Su técnica

Álvaro Ybarra dispara con una Nikon D700. "Es lo mejor que puedes encontrar en digital en el mercado", asegura. Lleva siempre dos cuerpos y tres objetivos fijos: de 28, 35 y 50.
Que sus fotos sean siempre en blanco y negro no responde a una postura artística. De hecho, dice sentirse más cómodo con el color, pero por cuestiones técnicas no lo usa: limita y es más exigente.
"El color tiene mucho más que darte: puedes jugar con dominancias, con sensaciones, el color es un elemento extra que tú añades a la foto, pero también la luz determina mucho las horas en las que puedes trabajar". Y el tipo de fotos que hace no le permite estar a merced de esa coyuntura.
En cuanto a composición, opina que una foto, cuanto más simple, más real. Por ello está volviendo a la película de la simplicidad, la TRI-X 400.
Y es que también sigue tirando en analógico, con un juego de Nikon F6, y en Medio Formato con película de 120 y una antigua Yashica Mat 124G. Siempre se encarga del procesado. "Incluso en película lo escaneo yo mismo", afirma.
En cuanto a su estilo, cuenta que siempre ha fotografiado lo que le llamaba la atención. "No soy consciente de buscar uno u otro estilo. Me gusta disparar con velocidades muy lentas y que te metas. Para mí, la foto buena es la que llega".
Por otro lado, su método es el de disparar poco. "Porque me he criado con la película, incluso con digital tiro poquísimo. Si tiras 2.000 seguro que hay algún momento interesante, ¿pero realmente lo has visto o ha sido suerte? Me pone nerviosísimo cuando tengo un fotógrafo al lado que va como haciendo cine, taca-taca-taca-taca".

Mi valoración

Álvaro Ybarra me parece un fotógrafo de mirada limpia, que se aproxima a todas las historias que ansía contar con respeto, honestidad y valentía. Fotografía realidades muy diversas, pero a todas las trata con una enorme sensibilidad. Retrata la dureza, pero no se regodea en ella. Es capaz de hallar la belleza en lo que aparentemente no es hermoso. El blanco y negro confiere una gran elegancia a sus fotografías, aunque para él no se trate de una cuestión estilística. Aporta enfoques originales y, cuando puede, ofrece puntos de vista que permiten vislumbrar que no todo está perdido. Ahonda en lo humano, ya esté plasmando la mirada cristalina de una niña afgana o la brutalidad de un soldado congoleño. Y esta voluntad de entender la humanidad a través de sus fotos es la que le ha permitido extraer estas sabias conclusiones: "En las formas somos diferentes, pero en el fondo no. Todos los caminos llevan a lo mismo. Todo lo que es diferente en forma lo consideramos enemigo, una amenaza, y nos da miedo abrirnos a esas diferencias que en realidad nos enriquecen. Personalmente, soy un loco del ser humano, con sus cosas buenas y malas, pero en definitiva, es lo que somos".
Por eso, Álvaro Ybarra es un fotógrafo que no juzga, que no imparte lecciones, pero que a la vez denuncia, que nos conmueve, que nos hace entender el mundo y a sus verdaderos protagonistas, la gente común, que es la que al final mueve la Historia, en su justa medida. "En un conflicto armado todos son víctimas, incluso los verdugos. Evidentemente, yo no puedo mirar de la misma manera a alguien que ha violado a cinco mujeres que a otro que no lo ha hecho. La imparcialidad no existe, pero como fotógrafo lo que quiero comprender es la doble moralidad. Me interesa averiguar qué hay detrás de cada protagonista y como fotógrafo no entro a juzgar".
Así pues, sus fotos son muy cercanas y, por encima de la raza, la nacionalidad, el sexo o la religión, lo que nos ofrece son seres humanos en su vida diaria, aun cuando ésta se desarrolle en medio de la más cruda barbarie. Logra alcanzar esa intimidad actuando según él, "como ser humano, tratando a la gente de igual a igual. Soy un testigo, así que no hago preguntas. Nadie se siente cómodo cuando un fotógrafo se mete de la noche a la mañana en su casa. Para ganarme esa confianza me armo de paciencia, estoy mucho tiempo en el terreno y me voy a vivir a las comunidades. No piso los hoteles. Soy muy consciente de que nadie me ha llamado, pero si actúas con respeto y asumes sus mismas circunstancias, las personas siempre se acaban abriendo y entonces es posible contar una historia". Así se explica el secreto de que se haya convertido en un genial contador de historias y en un gran retratista del ser humano. Se nota que le gusta la gente y comprometerse con ella. Su arte es, sin duda, el mejor modo de hacerlo.

Una de sus fotos más conocidas: la marine estadounidense fotografía a un niño iraquí que la apunta con una pistola de juguete. Media hora después de que Álvaro Ybarra tomara la foto, el coche donde viajaba la soldado voló por los aires al explotar una bomba. Álvaro Ybarra viajaba sólo dos coches más adelante.

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